Marta y Fina finalmente pueden respirar tranquilas. Después de años ocultando su amor, han decidido construir una nueva vida juntas, una vida en la que no tengan que preocuparse por las miradas curiosas de los demás. El padre de Marta, Damián, se dio cuenta de que se equivocó al intentar detener el amor de su hija. Con el deseo de redimirse, le regaló a Marta una pequeña y encantadora casa escondida en el bosque.
Al principio, Marta se mostró cautelosa con el regalo de su padre. Temía que aceptar la casa solo incrementara los rumores sobre su relación con Fina. Sin embargo, Fina la animó con una cálida sonrisa y palabras sinceras de amor. Finalmente, Marta aceptó el regalo. Creía que era la oportunidad para que ambas pudieran vivir en paz y felicidad juntas.
Al llegar a la casa, Marta quedó sorprendida por la belleza rústica del lugar. Las cálidas paredes de madera, la luz del sol que atravesaba las hojas verdes de los árboles y el canto alegre de los pájaros creaban un ambiente de paz inusitada. Marta miró a Fina y le dijo: “Aquí, ya no necesitamos escondernos de nadie.” Fina asintió, con los ojos brillando de felicidad.
En los días siguientes, Marta y Fina disfrutaron de su nueva vida. Juntas cultivaron huertas, cuidaron flores, cocinaron deliciosas comidas y leyeron junto al cálido fuego. Una vida sencilla pero llena de amor que las unió más que nunca.
Sin embargo, su felicidad no duró mucho. La noticia de la nueva casa de Marta y Fina se esparció rápidamente por el pueblo. Algunos curiosos fueron a visitarlas, mientras que otros las miraban con desdén y cuchicheaban a sus espaldas. Marta y Fina se sintieron amenazadas, temiendo que su vida tranquila se viera alterada.
Bajo la presión social, Marta comenzó a sentirse insegura. Se preguntaba si ella y Fina podrían seguir viviendo en ese refugio en el bosque para siempre. Fina, al notar la preocupación de Marta, la abrazó con fuerza y le dijo: “Pase lo que pase, siempre estaré a tu lado.”